Iglesia Angélica Lemuriana

Lucifer y el Enigma de los Angeles Caídos

“Como caíste del cielo, oh...Lucero, tú que brillabas por la mañana. Fuiste precipitado por tierra, tú que has sido la ruina de las naciones. Tú que decías en tu corazón: “Escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono...semejante seré al Altísimo. Pero tú has sido precipitado al infierno. (Isaías 14:12-15).”

Esta es la única mención clara que se obtiene en la Biblia de este enigmático ser nombrado Lucero. La voz Lucero significa literalmente “portador de luz” o mejor aún “el que aporta la luz”. En ningún lugar de la Biblia se dice que Lucero y el diablo o Satanás sea la misma cosa. Luego, ¿de dónde sale la tradicional asociación de este ser con el demonio? es hasta unos 400 años después de Cristo que se comienza a identificar a uno con el otro. Sin embargo, hay un consenso muy general entre los exegetas bíblicos de que aquí Isaías hablaba del planeta Venus, el astro más resplandeciente después del Sol y la Luna, que en las mañanas a hora temprana se hace muy brillante, así como al atardecer. Históricamente, se le ha llamado a Venus “el astro matutino” y el profeta lo nombre “hijo de la mañana”.

El texto de Isaías comparaba al rey de Babilonia con Lucero (léase Isaías cap. 14). Algunos religiosos han pretendido ver en las palabras de Jesús: “Vi a Satanás caer del cielo a manera de relámpago” (Lucas 10:18), el parangón con la cita de Isaías, pero la gran mayoría de intérpretes bíblicos, siguiendo el contexto y las palabras de los idiomas originales de la Biblia no ven relación alguna entre ambos y mucho menos identificar a uno con el otro. De manera que nada indica, excepto una infundada tradición popular, que Lucero sea el demonio.

Entonces, ¿quién es este Ser? La respuesta se remonta a los mismos orígenes de la vida terrestre. Cuando se deliberaba en la Divinidad quien debía ser el Gran Iniciado que aportaría su aura, voluntad y manifestación en respuesta al logos terrestre, para iniciar la apertura de la vida sobre el planeta, se encontraron dos Grandes Seres capaces de llevar a cabo esta obra. Uno el Excelso Ser conocido entre los esoteristas orientales por Sanat Kumara y por los cabalistas judíos y cristianos el otro, conocido como Adonay. El otro, Lucero, que los cabalistas llaman el Arcángel Sandalphon. Ambos Grandes Seres estaban vinculados al planeta Venus.

Por su parte Lucero-Sandalphon- siguió a Adonay con todo respeto veneración en la realización de esta magna obra en la Tierra, viniendo a ocupar la contraparte o polaridad alterna de Adonay. Mancomunadamente ambos seres formaron las polaridades imprescindibles para iniciar la obra que daría el fruto deseado: el hombre. Adonay encarna la personalidad del Padre, Lucero o Sandalphon la de la Madre y de esta fecundidad surge el Hijo, el humano, del cual Cristo, mediante la Orden de Melquisedec se erige Redentor.

Los cabalistas han llamado a Sandalphon el “Ángel Sombrío”, los orientalistas, le atribuyen la polaridad “tamas”, negativa. A la par que Adonay es el “Ángel Luminoso” mediante el reflejo de Metatron, según la cábala y la polaridad “Rajas”, positiva, según las escuelas orientales. Resultaría un error asociar los términos “positivo” y “negativo” con bueno y malo. Como polaridad Rajas, Adonay es la fuente de que emana la proyección creativa, una exteriorización de Su voluntad de crear, a la vez que Sandalphon, como polaridad Tamas, es el seno que recoge esa exteriorización, la incuba y “pare” en realidad objetiva. Sin la obra de Adonay, Sandalphon sería “una matriz” en eterno esperar ser fecundada sin lograr la siembra que la haga germinar. Sin Sandalphon, la exteriorización de vida lanzada por Adonay sería un eterno viaje sin caer nunca en el lugar que la haga nacer como realidad. Sólo la obra conjunta de estos Seres Excelsos complementa y pueden ejecutar el plan evolutivo del planeta.

Saldalphon, como “Madre Naturaleza”, es el espíritu de la tierra, su función es, entre otras muchas, servir de escenario a la evolución planetaria, sobre ella se desarrolla el drama de la vida, la lucha del karma en todos los niveles. Sandalphon presta al “hombre espiritual”, los elementos para revestirse como “hombre carnal”, cumplido el ciclo, se lo reclama “Polvo eres y al polvo has de volver”. Sandalphon brinda la naturaleza toda a los humanos para su disfrute, enseñanza y evolución, pero vela y cuida de ella, no permitiendo que un grupo de hombres equivocados arruinen lo que es patrimonio de la humanidad. Por eso, cuando una nación, pueblo o raza, pierde de vista la función planetaria y mal usa los recursos brindados, Sandalphon se los retira, a veces arrasando con los malvados, en aras de la gran multitud que se encuentra en espera para utilizarlos. El “Ángel Sombrío” le llaman los cabalistas en atención a estas funciones. Da el cuerpo físico y lo quita, anida el buen karma y el malo, ayuda al que procura ascenso espiritual y limita al que mal usa de la oportunidad. Comparece en semejanza al egregor humano.

La obra de Lucero o Sandalphon es una obra Superior, pero dura y mal comprendida a la vista del hombre común. Si no hace nada por impedir que algunos acaben con la flora, la fauna, el clima, la atmósfera del planeta, malo. Si lo impide actuando contra los infractores, malo también. Por suerte, lo Superior no obra según la razón e intereses humanos, sino según la Ley Cósmica, y esta es la labor de Sandalphon, al que injustamente se le ha identificado con el diablo o Satanás.

Lucero es el que “aporta la luz”, porque en su reino terrestre es que se desarrolla todo el drama humano. Sólo en el dolor, en el sufrimiento y la lucha, es que se asciende en busca de lo superior “Es la crisis quien pare la luz”, reza un antiguo refrán iniciático. Los Ungidos saben esto muy bien. La dureza de la conquista, es el lado oscuro del desarrollo evolutivo, con toda razón unos escritores muy bien guiados declararon: “Lucifer es la sombra que revela la luz por contraste”, porque en efecto, sabemos de la luz porque existe la oscuridad. Esta es la forma en que Lucero “aporta su luz”.

Origen y obra de los Ángeles Caidos

En cuanto a los ángeles caídos, nada tienen que ver con Lucero, la Biblia no asocia a Lucero con los “ángeles” de Satanás, y como hemos visto nada tiene que ver uno con el otro. ¿Qué hay entonces sobre los llamados ángeles caídos?

El lector sagaz habrá considerado, que, si fueron dos Grandes Señores, Adonay y Lucero, los que acudieron al llamado del Logos Terrestre para desarrollar la evolución en el planeta, y ambos estaban relacionados con Venus, porque son ángeles provenientes del Sol y la Luna, los que se vinculan al humano en este esfuerzo, y no ángeles provenientes de Venus en apoyo a sus Señores.

En realidad, un gran número de ángeles venusinos secundaron a Lucero y Adonay, pero otra cantidad no estuvieron dispuestos al sacrificio que significa el vínculo con almas brutales, como eran entonces los humanoides, durante millones de años en la búsqueda de la conjunta evolución. Estos ángeles “rebeldes”, aunque eran de una evolución menor que los ángeles venusinos que secundaron el plan de sus dos grandes señores, tenían vínculos kármicos muy profundos con ellos, razón por la que se vieron “precipitados” a nuestro planeta, deviniendo entonces en directores de los “espíritus grupales” elementales, o sea de los “seres fuerzas” que animan el mundo físico-etérico-astral del planeta y el hombre, cayendo así en la red kármica-funcional del Guardián del Umbral o Egregor.

Si existiera un “demonio” ese fuera el Guardián del Umbral, tanto en la esfera humana como terrestre. Sin embargo, es importante tener bien claro que el demonio como lo pintan las religiones populares no existe. El Egregor o Guardián del Umbral no es otra cosa que una función planetaria en el drama de auto evolución en que vivimos. Su actividad está comprendida dentro de la función tamásica o polaridad negativa del Logos Planetario y Solar, y es el “libre albedrío” humano quien determina con su trayectoria, que ese horrendo ser siga existiendo e influenciando, o deje de controlar nuestra existencia. Recordemos lo antes dicho, el egregor existe únicamente porque nosotros mismos lo hemos creado con nuestros maléficos pensamientos, basta que dejemos de pensar de continuo en el mal, para que se desvanezca prontamente por inanición.

No se puede separar a Dios del diablo, pues ambos son las imágenes de las respectivas caras de una misma moneda, tan sólo los distingue “el fruto positivo y negativo” a largo plazo. Pongamos un ejemplo: Cuando Jehová decide entregar a los judíos la región Palestina y establecerlos como “pueblo escogido”, desde el punto de vista de los judíos, incluso de los cristianos, eso era bueno y hemos dado muchas veces gracias a Dios por ello. Este suceso, para los judíos y cristianos es una obra de Dios. Pero, miremos la otra cara de la moneda, esa región no era virgen, no estaba deshabitada, se encontraba ocupada durante miles de años atrás, por los cananeos. Sin embargo, los judíos, siguiendo las órdenes de Yahveh, asaltaron esas tribus, mataron sus habitantes, pasaron a cuchillo a mujeres, niños y ancianos, invadieron sus territorios y los esclavizaron. Preguntamos, para los cananeos, ¿se puede decir que esa obra era de Dios? Para ellos era el demonio quien los atacaba, los mataba y los despojaban. Esta contienda de interpretación de los hechos se ha extendido hasta hoy en las guerras de israelitas y palestinos.

La moraleja es esta: a la luz local o personal, no se puede evaluar la obra de Dios. “Por sus frutos os conocerás”, fue la máxima dada por Jesús para evaluar divino de lo diabólico. A la postre, el legado del judaísmo ha sido un fruto ¿bueno o malo?, cambió la faz de creencias y adoración del mundo y aportó el concepto monoteísta que después los propios árabes adoptaron con Mahoma. Los cananeos eran adoradores politeístas con o sin filosofía trascendental, excepto lugares especiales y personas especiales escogidos por las Jerarquías con anterioridad con un sistema de sacrificios, incluso humanos, con el único fin del beneficio tribal. Mirándolo entonces a la distancia de miles de años, podemos comprender lo acertado o no del judaísmo, aún a pesar del trabajo destructor que fue necesario realizar. En resumen, mirando en la posteridad el judaísmo no fue un paso evolutivo para el humano, observado localmente por los cananeos, era la obra maléfica del destructor. Dos puntos de vista de un mismo hecho. Dos caras de una misma moneda. La enseñanza final: “Dentro del drama de la evolución del Universo, nadie deja de actuar, si no haces la obra de su dios, entonces harás la de su diablo”. Esa es la lección de los ángeles caídos. La de tu dios perdura, la del diablo ha de terminar. Parafraseando al filósofo: “inmortal o mortal, ascendido o caído, salvado o perdido, esa es la función”.