Iglesia Angélica Lemuriana

Testimonio de Otto Smichdt en Monte Shasta

Por Otto Smichdt – Junio 20, 2008.

El día Viernes 20 de Junio del año 2008, la mayor parte del grupo que acompañábamos al profesor Tony Mesa, habíamos llegado al pie del Monte Shasta, era casi medio día y hacia buen sol, albergábamos unos, el deseo ardiente, bien sea de un contacto físico o espiritual con el Maestro Adama, o bien con uno de los miembros de la ciudad deTelos, y otros anhelando simple y sencillamente una profunda experiencia espiritual, una vez comenzando las diferentes ceremonias e invocaciones que cada cual, ya sea grupal o individualmente realizaríamos una vez ascendiéramos al monte.

El Profesor Tony nos indico que podíamos tomar la iniciativa, que mientras tanto, él, subiría un poco y luego descendería para hacer lo suyo personal. A partir de la base de la montaña y a medida que íbamos subiendo, note que lo íbamos haciendo fraccionadamente, en subgrupos hasta individualmente, en lo que a mi respecta me acompañaban solo mujeres, entre ellas mi hermana. Tendríamos aproximadamente 45 minutos de estar escalando, y a poco menos de la mitad de la montaña, cuando hicimos un alto en el camino, en medio de nuestro agotamiento nos volvimos a ver las caras unos a otros, y nos preguntábamos: ¿hacia dónde vamos?, ¿Que estamos haciendo? Y lo más triste es que alguno dijo no saber a lo que venia. Unos decían: ¡Vamos hacia la derecha!, otros, ¡hacia la izquierda! La Señora Yamira que era una de las de vanguardia del grupo, decía tener conocimiento intuitivo con anterioridad, hacia donde ir, y nos indicaba hacia unas cavernas que estaban hacia la izquierda, yo por mi parte estaba acéfalo.

Propuse siguiéramos la pendiente un poco mas, a ver que pasaba. Hacia algunos minutos atrás había notado frente a nosotros, no tan lejos, unas elevaciones con algunos arbustos en la cima que fuertemente me llamaba la atención, pero no le hice tanto caso, caminamos unos minutos mas hasta que nos posamos en la ladera izquierda de la misma, de pronto sentí un fuerte impulso por expresar algo que ya a ratos quería decir: “Amigas, hay algo que me nace de lo más profundo de mi ser y me dice que hay algo que tengo que hacer, el problema es que no sé que se trata”, de pronto Clarita me dijo: “Otto, yo pienso que debes retirarte solo, por un momento y que tu corazón te lo diga” , yo le di las gracias por haberse adelantado a decir eso, pues es lo mismo que yo estaba pensando hacer y me daba pena decirlo,” todo esto pasaba al pie de la montaña que tanto me llamaba la atención. Cuando de repente volví a ver hacia ella y un fuerte llamado que retumbo en mi corazón mentalmente me dijo: “Debes subir! dije entonces a las compañeras que me esperaran y así fue, comencé a subir.

Habiendo llegado a la cima, observé desde arriba que a partir de la base los lados de la montaña comenzaban a ascender en forma de tirabuzón hasta terminaren la cima, dándole a esta forma de espiral, me descalce y me hinque pidiéndole al Dios altísimo que por favor pusiera en nuestras mentes y nuestros corazones con claridad, lo que teníamos que hacer en ese sagrado lugar, para que nuestra peregrinación y el objeto de nuestro propósito espiritual no fuese en vano, cuando al final de esta suplica me incorpore y abrí los ojos, me vi parado sobre una roca y no sé ni en que momento volví a experimentar otro de esos retumbos que cada vez se hacían mas frecuentes en mi corazón y que al final afloro en mi mente, y dijo: “Este es el lugar!”.

Comencé en segundos a experimentar una inspiración muy fuerte, como nunca antes la había sentido, alcé la mirada y las manos en dirección al cielo, e invoqué al altísimo diciendo: “Amado Padre Adonai, Metatron, ¡Melquisedec!” Bendigo, Alabo y glorifico tu santísimo nombre, bendice este momento y a cada uno de nosotros tus hijos aquí presentes, ¡que a punto estamos de reverenciarte!”. Hice a continuación la demarcación de los cuatro puntos cardinales apuntando con el dedo índice cada punto y diciendo”: Sol de Luz, Sol de Justicia, Sol de Paz, Sol de Amor, mi voz se había vuelto ronca y sonora, en ese momento estaba cuando de pronto vi a mi izquierda y hacia debajo de la montaña, que las mujeres de mi grupo que me aguardaban me seguían en el ritual sin yo siquiera haberles avisado.

...y continué diciendo: “ No sea yo quien hable sino el Espíritu Santo a través de mi boca.” Hice entonces el acto de polaridad con los pies descalzos sobre la roca y mencionando con el dedo índice hacia arriba a Metatron y hacia abajo a Zandalfon, sentí un fenómeno muy raro, como si mis pies fuesen raíces de un árbol y se sumergiesen al fondo de la tierra y mi cabeza se expandía mientras tanto hacia el cielo infinito, quedando cielo y tierra unidos a través de mí, cabe mencionar que no sentí el más mínimo temor, todo lo contrario: una profunda paz interna.

A continuación, invoqué a los nueve coros de Ángeles (ángeles, arcángeles, tronos, potestades, querubines, virtudes, serafines, etc). Invoqué en ese orden con sus respectivas exaltaciones y observancias a nuestros amados Zanat Kumara, Maitreya, Maestro Saint Germain (Ayola), Maestro Jesús (Zananda), Maestro Beda y Maestra Blavatski, (hice énfasis a nuestro amado Maestro Saint German, de la urgente necesidad que todos tenía del Rayo Violeta en ese preciso instante). Proseguí invocando a nuestro amadísimo Maestro Adama tres veces: “Adama, Adama, Adama, nosotros tus discípulos de la Hermandad Angélica, quienes ahora te visitamos y cumplimos tu promesa, ¡también somos Lemurianos!” ( yo imploraba de pie con los brazos extendidos al cielo y viendo en dirección al pico del Mote Shasta) concédenos la dicha y la bendición de gozar de los privilegios espirituales de Telos y de salud del Templo de Jade, a cada uno de nosotros y nuestros respectivas familias y guías en la verdad, camino de la Luz Divina.

Posteriormente recité la “Gran Invocación universal” de los Maestros Ascendidos y la “Invocación de la Llama Violeta”, Quise invocar también al Dios Madre, e invoque a Quan Yin y la Virgen Maria, Recite una salve y Tres Ave Maria. Vi Mi reloj y eran las 12:30 del medio día. Estábamos exactamente en el cenit, alcé la mirada al cielo, y me sorprendió ver el sol completamente despejado, con un gran halo de luz a su alrededor, como nunca antes lo había visto, y posterior a el, en dirección al Monte Shasta, un triangulo, grité a mis compañeras hacia abajo y les pedí que alzaran sus miradas hacia el sol, lo cual hicieron.

Para terminar esta ceremonia, me nació de corazón recitar un “Padre Nuestro” y cantar la canción que se canta en la Hora Santa de los jueves, y que dice en su primera estrofa:

“Cantemos al Amor de los Amores”.

Creyendo que todo había terminado, me dispuse a bajar, cuando en eso una fuerza coercitiva, me hizo voltear la cara hacia un lado, haciéndome dirigir la vista hacia una maleza o zarza en la que había al lado, de ella, una gran roca en forma de gruta, ... y otra vez esa voz que intuitivamente me dice que nada aun ha terminado, que tengo que ir hasta ese lugar que me queda a unos veinte pasos de distancia y agazaparme dentro, y así lo hice, no sin antes avisar a gritos al resto de compañeras, lo que tenia previsto hacer y que por tanto las tenia que dejar, y que prosiguieran ellas mismas con sus invocaciones y ceremonias, según dictaran sus corazones.

Una vez que hice acto de presencia dentro del lugar, note que había junto a la roca y bajo la gran zarza una determinada cantidad de cuarzos entre ellos: Amatista, Rosa, Jade, que formaban una pirámide, y a su alrededor varios eslabones de oro, constituyendo formas que no logre distinguir, absorto de ver todo esto estaba yo en ese momento, cuando de pronto y como con el viento, un sutil susurro me vino al oído diciéndome: ¡Híncate! Lo hice isofacto, Sentí que estaba en tierra sagrada. Comencé a sentir, mas no en pensar, en que debía recitar los nombres de Dios, no sé por que fue, lo primero que me dio por hacer. Nunca me había nacido una voluntad tan firme y una fe tan ciega en lo que hacia y sentí. Si hubiese existido algo que me hubiera nacido dentro de lo mas profundo de mi alma en toda mi vida, fue precisamente en ese momento, en que mi espíritu sintió sed de Dios.

Imploré de rodillas entonces, en el nombre de Melquisedec, al Dios Altísimo, pusiera en mi boca sus 72 nombres, según la Cábala Hebraica, comencé a gesticular en fracciones de segundos una determinada cantidad de sonidos que, a mi parecer, eran alegóricos al idioma hebreo, todo eso a una velocidad vertiginosa. No estoy seguro de haber entrado en éxtasis, lo más probable, de pronto se me dibujo en el entrecejo y en color dorado, las cuatro letras del Tetragrámaton el cual recite letra por letra, palabra por palabra, el nombre de Dios.

Mas nunca en la vida, creo yo, podré experimentar un amor tan pasional, como el que sentí ese día. Caí inmerso por un momento en un estado semi hipnótico, al final noté que los movimientos de mi cuerpo y mis palabras se habían vuelto autómatas. Recuerdo que grite fuertemente y a viva voz de cara al cielo: “ Elohim, Elohim, Elohim”, de pronto paré y comenzaron a salir de mi boca, unas melodías con sonidos metálicos, como si estuviese tocando dulzaina o armónica, estos sonidos a pesar de que eran metálicos, si eran armoniosos, creo que nunca en mi vida podré saber de qué se trataba eso. Inmediatamente escuche una voz que dijo a mi oído:

“... Y hasta aquí, la ceremonia ha concluido”.

Bajé del monte para reencontrarme con mi grupo, salió a mi encuentro mi hermana, que abrazándome y llorando me decía”: Creí haberte perdido.” La consolé mientras me iba presentando al resto del grupo. Ella dice que les pidió a los maestros que me trajeran con ella, abrió los ojos y en ese mismo instante, fue cuando aparecí desde arriba de la montaña. Mi hermana me comenta que yo mostraba una apariencia de regocijo y triunfo. Dice ella y las demás que estaban en ese lugar: “así como cuando Moisés venia de recibir los diez mandamientos “.

Otto Schmidt.